Jugando

Siempre escribo en los sitios en los que, comúnmente, esta actividad está vetada. Y si no vetada, al menos mal vista, aunque particularmente en este caso sea mal escuchada (apercibida) por el sonido de mis dedos al teclear estas palabras que obran a modo de introducción.

Últimamente mi concentración es nula: invierto de manera sabia. No me preocupa, o al menos no me acongoja como lo hizo en otros tiempos. Juraría, sin poner la mano en ningún lugar impúdico, que a la vez que mi formación avanzaba a pasos agigantados, también lo hacía el poco interés (mutando en ocasiones en apatía) sobre ciertas materias contenidas en mis programas de estudios. Estos programas no solo contienen las asignaturas que he ido pasando, con más gloria que pena, (en ocasiones imitando ciertas gestas épicas comparables, en estrategia, a las conquistas de Alejandro Magno o el Gran Capitán), hasta llegar a esta clase en la que me hallo, una vez más escribiendo.

Es recurrente en todos mis escritos, los testimonios impresos de mis experiencias, algunas de ellas impúdicamente reveladas por terceros a los que confíe para que atesoraran estas historias y fueran sacadas a la luz en el momento justo, como plan de acción para la promoción de mi última novela, el solapamiento. Fue en un clase de Macro-Dinámica cuando vimos el concepto de “Overlapping Generations”: hoy, dos años después, tan lejanas aquellas jornadas maratonianas en la academia, me gustaría tener tiempo (y sé que lo tendré) para poder leer de nuevo, con algo más de sosiego que ese conocimiento bruto expuesto en doce semanas, todas esas lecciones que pasaron a mi lado, entre mis piernas, entre mis brazos, pero también tengo la certeza de que yo mismo esquivé o evité, haciendo pasos, alguna de esas tutorías que la vida parecía querer darme, conocimientos dados por sentados, cosas que uno debe saber, que necesita conocer para poder crecer y avanzar en el sacro proceso de convertirse un hombre de provecho, y mientras todo esto giraba a mi alrededor y me adelantaba por la derecha y sin intermitente, en esos mismos instantes en los que yo solapa las clases con práctica pura y dura, mi gente, los amigos de mis amigos y los desconocidos con los que he conversado de manera sórdida con un cigarro en la comisura de los labios, todos ellos, conmigo, gracias a mi, y yo, a través de ellos, estábamos aprendiendo.

¡Estábamos aprendiendo!

Anexo Biográfico: Le expliqué una historia a caballo entre una Leyenda de Bécquer y un reportaje de Kapuscinski en el cuerno de África. En sus ojos al escucharme, en sus besos al despedirse, pude ver la fuerza que había tenido una de mis respuestas.

  • El problema es que yo estudio, leo las hojas, pero no se quedan las cosas conmigo, no interiorizo.
  • Pero es que esto es, como todo lo que he dicho, una cuestión de práctica, de pasar a la acción, de hacer y crear. Imagínate todos tus amigos y a todos los míos, y a todos las personas que cada uno de ellos conocen, y a sus familias, y sus compañeros de clase y de trabajo, aquí, en todo el mundo. Estoy seguro que ninguno de ellos recuerda el día en el que les enseñaron a jugar al baloncesto. Les explicaron brevemente las reglas y les pusieron a jugar. El primer bote lo hicieron con las dos manos, haciendo dobles. El segundo igual. Y finalmente el tercero aprendieron a botar con una sola mano. Lo mismo con los pasos, hasta que se dieron cuenta de que si daban tres seguidos les pitarían falta. Así es como aprendieron, así es como interiorizaron: haciendo, jugando…

 

Leave a comment

Create a free website or blog at WordPress.com.

Up ↑